La que quiebra sus alas para no regresar.
La que bebe te de amnesia para no recordar.
La que marcha en niebla para perder su mirada.
...Y colgaba versos en las copas de los árboles que teñidos del verde de sus ojos, jamás dormían por temor a perder la última caricia del sol, en las tardes cálidas de verano.
Extraña manía de cambiar la vida o signar el destino inevitable y fuerte, como el viento que se nutre de polvo de esmeril pra cumplir su erosión sobre las almas errantes.
O sentirse a contrapelo y descubrir el silencio entre los ruidos infinitos de la urbe, porque andar es necesario, aún con el bullicio anónimo, o con los zapatos mojados en lágrimas y seguir prendiendo versos en los brotes de alguna rama vacía...
Y qué, si descuido el camino aprendido y cruzo a la vereda de enfrente a puro vértigo.
Y qué, si robo la vara hechicera y quiebro mi realidad.
Y qué, si sumo mis palabras al desequilibrio y se vuelven verdad.
Y qué, si me entrego al futuro con cinco monedas.
Y qué, si confío mis miedos a escuchas lejanas.
